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«Tenemos la obligación de ‘primerear’ a quienes no tienen voz» | ENTREVISTA a Antonio Montero (Pueblo de Dios)

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ANTONIO MONTERO CUENCA | Director de Pueblo de Dios en TVE

Vivo el periodismo y mi sacerdocio como una doble vocación de servicio público. Inmerso en la misión encomendada por la Conferencia Episcopal Española como director de uno de los programas más veteranos de la televisión pública española. Pueblo de Dios es el eslabón de una larga cadena, con mucha vida por delante, que muestra el ser y el hacer de la Iglesia misionera y samaritana por todo el mundo. Siempre en la periferia, con un pie en la frontera de la pobreza y el otro en la fina línea de la exclusión social.

Me toca gestionar un equipo de buenos profesionales de TVE para sacar adelante una emisión semanal. Un rico legado que sigue el trazo marcado por mis antecesores: Julián del Olmo, José Luis Gago, Eduardo Gil de Muro y José Luis Martín Descalzo.

 

1. Han sido innumerables las entidades, comunidades, equipos…, a los que Pueblo de Dios ha conocido por los cinco continentes. ¿Cuáles son los elementos comunes que destacan en todos ellos?

Muchos coinciden en nuestra “casa común”: la acogida cercana, la generosidad desde una pobreza sin apego a nada, la integración sin exclusión, la promoción de los derechos humanos nacidos de un Evangelio hecho carne, el hambre de justicia social sin miedo a guerras o pandemias y el testimonio de las bienaventuranzas en primera persona.

Un gran número son buenos samaritanos a los que hemos tenido el privilegio de poner rostro durante estos últimos 38 años de emisión ininterrumpida. Misioneros consagrados o laicos, religiosas y religiosos, cooperantes y voluntarios que entregan su tiempo y sus vidas por los que lloran, tienen hambre o son perseguidos.

2. ¿Qué papel cumplen los medios de comunicación a la hora de dar voz a las personas y entidades que trabajan en el campo de la cooperación?

Tenemos la obligación, en conciencia, de “primerear” a quienes quedan fuera del foco informativo tradicional, a los que no pueden alzar su voz. Tener una ventana al mundo, bien en una revista como esta, bien en la radiotelevisión pública o en redes sociales, es una oportunidad que no hay que desaprovechar.

Cada minuto cuenta, especialmente en tiempos de crisis o de una pandemia como la que sufrimos actualmente y que no deja indiferente a nadie. Los medios de comunicación seguimos siendo necesarios para mostrar la realidad social y religiosa de los que son más vulnerables y excluidos, en las peores circunstancias.

 

3. ¿Cómo ha tenido que adaptarse la televisión y en especial Pueblo de Dios para poder seguir funcionando en tiempos de pandemia?

Con creatividad, en general, y con empeño resolutivo en particular. Yo haría una separación entre la actualidad informativa, los telediarios que no han parado, y luego está el “resto de Israel”. Pueblo de Dios, al ser un programa de producción propia en TVE, ha tenido que adaptarse a la normativa del ente público a raíz de la pandemia.

Toda la maquinaría paró en seco durante el primer estado de alarma. Nos confinaron y se suspendieron todos los viajes internacionales previstos. Sin viajar, sin terminar capítulos pendientes, sin redactores ni logística para emitir nuevos reportajes. Pero la solidaridad manda. Gracias a Dios.

Empezamos a perfilar desde casa los primeros programas de la “nueva normalidad”. Centrados en la respuesta de la Iglesia a las emergencias provocadas por el coronavirus. Solicité imágenes de lo que estaba pasando en España y en el resto del mundo a las ONG y congregaciones con las que colaboramos habitualmente. La respuesta no se hizo esperar. Una lección de entrega generosa que constatamos semana tras semana.

4. ¿Cómo describiría la relación que se ha construido entre la ONGD SED y Pueblo de Dios? ¿Cómo valora el impacto de su trabajo conjunto?

Una relación fraterna con sed de humanidad y de amistad social que comenzó hace 14 años con nuestro primer viaje juntos a Paraguay. Una vocación apasionada por educar a través de los medios de comunicación y que invita a ser solidarios con el desarrollo de los pueblos más vulnerables.

La audiencia del programa es soberana en este tipo de valoraciones. El impacto es palpable cuando provocamos una respuesta en los espectadores. Son ellos los que permiten nuestra entrada en la intimidad de sus hogares y los que luego se ponen en contacto con vosotros para colaborar con su tiempo o con su dinero.

Es un trabajo conjunto entre el testimonio certero de la palabra dada, acompañada de gestos samaritanos.

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