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Bolivia, final del viaje

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Después de 10.000 km por aire y seis etapas por tierra, desde la Amazonía hasta el Altiplano Boliviano. Partimos de 400 metros de altitud y llegamos a los 4.100 en la última etapa. Carreteras surcando las llanuras del Chaco, subiendo por puertos interminables de 3.400 metros y atravesando valles de geografía inenarrable, colgadas en escarpadas laderas en busca del altiplano. Caminos serpenteantes de comunidad en comunidad, abriéndonos un mundo variado en flora y fauna rico en cultura indígena. Quechuas, guaraníes, aimaras y criollos, un rico mosaico multiétnico llamado a convivir en progreso y paz.

Sabíamos de la trayectoria Marista en estas tierras, ya desde el año 56, con una historia de servicio a la juventud boliviana acrisolada en la entrega de hermanos y el trabajo profesional de laicos comprometidos. Conocíamos básicamente lo que los informes de cooperación de SED dicen de sobre los proyectos realizados.

De inicio todo fue curiosidad y los discos de las cámaras de TVE vacíos. Pronto la crónica cambió. Se coló en el ambiente un inesperado personaje: el cariño. En nuestro entorno se generó una atmósfera que no nos era desconocida, a bocanadas fuimos respirando la fraternidad de hermanos, profes, amigos… estábamos en casa, en familia. La maquinaria se puso en marcha: horas de visitas a comunidades, contactos con los protagonistas de multitud de proyectos, reuniones de trabajo… y todo en presencia de las cámaras. Sus imágenes serán fiel testimonio de esta experiencia tan intensa.

Desde Roboré hasta El Alto en la Paz, se fueron engarzando en un sendero de solidaridad: talleres en los colegios e institutos tecnológicos, huertas familiares y ecocolegiales, bloques educativos en comunidades lejanas, internados para alumnos que viven  lejos, becas de estudios y transporte para que puedan estudiar alumnos y alumnas de comunidades apartadas, comedores sociales, granjas y huertas para formación de alumnos de agropecuaria… En Comarapa, en Cochabamba, en San José de Chiquillos, en Santacruz… la huella del trabajo de SED es nítida y la presencia de nuestros voluntarios es apreciada.

Si creemos que la fraternidad es herramienta de transformación social, en este caso ha quedado en evidencia. Los medios materiales empleados han sido mucho en la larga historia de colaboración de SED con el pueblo de Bolivia. Seguro que han dado su fruto, pero es nuestra fraternidad en comunión con la comunidad marista, la que ejerce como agente transformador de aquella sociedad boliviana. En la medida de nuestras posibilidades seguiremos aportando presencia y colaboración para que todo ello sea una realidad en crecimiento.

Llegar hasta donde hemos llegado en este camino, en esta historia, hay que reconocer que es gracias al protagonismo de tantos hermanos y amigos comprometidos con el desarrollo de su pueblo. A ellos nuestra felicitación y enhorabuena, siempre agradecidos por acompañarnos y permitirnos caminar a su lado.

 

 

Javier Salazar, Director de SED

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