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Carta de Alepo nº 35

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Seguimos muy pendientes de la situación de Siria. A continuación, compartimos la última carta que nos llega de los Maristas Azules, cuya labor apoyamos en Alepo:

 

Desde hace algunos meses, en Siria ya no hay verdaderos combates. Gran parte de los comentaristas considera que la guerra terminó y que el Estado sirio ha ganado. Daesh [acrónimo árabe para el Estado islámico, EI, ex ISIS] ha sido vencido y bajo su control no queda sino un pequeño bolsón de territorio en el extremo oriental del país. El Estado sirio hoy controla cerca del 70% del territorio, incluyendo todas las grandes ciudades del país.

A pesar de ello, parece que todavía no habrá de llegar la paz.

Por una parte, todos los grupos armados rebeldes ahora están reagrupados en la provincia de Idlib. Al-Nusra, una rama local de al-Qaeda, que ha sido reconocida como grupo terrorista tanto por la ONU como por la comunidad internacional, está a punto de eliminar, ya sea con las armas o fagocitándolos, a todos los demás movimientos de inspiración islámica, como lo es ella misma.

El ejército sirio hace meses que desea lanzar una ofensiva para liberar a esta última provincia de las manos de los terroristas, de los cuales 30.000 son extranjeros. Sin embargo, las potencias occidentales, valiéndose de Rusia y de Turquía como intermediarios, impiden su consecución. La razón que se aduce: el grave riesgo de una crisis humanitaria. El verdadero motivo, tal como salió a flote por boca de algunos líderes occidentales: ¿qué habrá de hacerse con todos los terroristas extranjeros que querrían huir rumbo a Europa, en caso de que fuese lanzada la ofensiva y que terminarían aterrorizando a los ciudadanos europeos, tras haber sembrado el terror en Siria?

Pues la verdad es que estamos FURIOSOS, al ver desplegado todo este cinismo. Por un lado, se está desarrollando una guerra en nuestro territorio: es la que enfrenta a Turquía con las milicias kurdas. Turquía invadió el noroeste de Siria bajo pretexto de combatir a terroristas kurdos, y eso provocó un éxodo de 140.000 personas de la región de Afrin. Las milicias kurdas, apoyadas por el ejército americano, han aprovechado de la guerra en Siria para tomar el control de la región noreste de Siria y establecer allí una región autónoma.  Turquía no está de acuerdo y no quiere una región autónoma kurda en Siria, pues eso animaría a los kurdos de Turquía a hacer lo mismo.

Finalmente, los americanos –que han establecido de manera ilegítima dos bases suyas en una nación soberana- hoy quieren emprender la retirada, secundando la decisión del presidente Donald Trump. Sin embargo, ni su administración ni el Congreso parecen estar de acuerdo con ello y buscan sabotear esta estrategia por todos los medios posibles. Para dar una buena imagen, el ministro americano de asuntos exteriores ha declarado que los americanos no se retirarán a menos que Turquía ofrezca garantías de que no va a atacar a los kurdos.

Esto ha encolerizado a Erdogan que quiere atacar a los kurdos como sea. Un ejemplo de este caos es la ciudad siria de Menbij, ocupada por milicias kurdas, patrullada por destacamentos americanos, vigilada por tropas turcas instaladas a 5 km al norte, y por el ejército sirio a 15 km al sur.

Claro que estamos FURIOSOS: contra la presencia de los Estados Unidos y de Turquía, que se han instalados ilegalmente en un país soberano, contra esta guerra turco-kurda que impide establecer la paz tan deseada por los sirios, y contra el cinismo de los gobiernos que impiden la liberación de Idlib para no tener problemas con los terroristas de allí.

Perdonadme, amigos y amigas, por esta introducción demasiado larga, aunque pretendía que fuera breve. Sentía la necesidad de explicaros por qué, ahora que la guerra inicial está casi acabada, todavía no tenemos la paz. Sabéis que las grandes potencias mundiales y regionales hacen la política (y la guerra) según sus propios intereses, sin importarles el país que invaden ni el interés de la gente.

Estamos FURIOSOS, y, a la vez, impacientes porque los invasores regresen a sus países. Este estado en el que vivimos, que no es “ni de guerra, ni de paz”, impide de hecho emprender la reconstrucción del país; los inversionistas potenciales no quieren poner en marcha proyectos hasta tanto no comience a regir una paz estable y duradera. Como consecuencia de ello, la economía languidece y la desocupación ha alcanzado niveles escalofriantes; el coste de vida se ha incrementado vertiginosamente y las personas continúan sufriendo. Los ricos han agotado sus economías, la clase media está de rodillas y los pobres se han vuelto aún más pobres.

Estamos FURIOSOS, por las sanciones impuestas contra Siria por parte de la Unión Europea y de los Estados Unidos. Esto no hace más que agravar la situación humanitaria y no tiene absolutamente ningún impacto en lo que concierne al fin de las hostilidades y a la instauración de la paz. El éxodo de sirios, sobre todo de cristianos, continúa aumentando incluso más que cuando estábamos en las horas oscuras de la guerra. Durante un congreso realizado en Hungría, el nuncio apostólico en Siria, el Cardenal Mario Zenari, dijo que los cristianos actualmente no llegan a representar siquiera el 2% de la población total; es decir medio millón sobre un total de 23 millones de ciudadanos. Esto ya lo sabíamos, pero es la primera vez que las cifras se ventilan públicamente. Mi ciudad, Alepo que, en 2001, antes de le guerra, contaba con una población de aproximadamente 150.000 o 200.000 cristianos, ahora no llega siquiera a los 25.000, como máximo 30.000.

Siria, cuna del cristianismo, se está vaciando de su población cristiana. Durante los años precedentes, los sirios huían a causa de la guerra, de las amenazas, de los sufrimientos, y también para asegurar un futuro estable y mejor a sus hijos. Desde el fin de las hostilidades, los cristianos han seguido huyendo, tanto para evitar ser enrolados en el ejército como reservistas -pues son padres de familia- como por la crisis económica y sus consecuencias: la desocupación y la pobreza.

Durante los años difíciles del conflicto, nuestros programas de ayuda procuraban alimentar, vestir, sanar y alojar a los desplazados y a sus familias, que atravesaban necesidades. Con otras asociaciones locales, hemos contribuido a que la población sobreviva, y en esto nos han ayudado asociaciones y organizaciones internacionales. Ahora, creemos que la prioridad debe ser garantizar un trabajo a las personas, para que puedan ganarse la vida de un modo digno, con el trabajo de sus manos, y poder independizarse y así ir desligándose de las ayudas que han estado recibiendo por más de siete años.

Cualquiera que tenga recursos para subsistir, no piensa en salir del país. Por eso nosotros, los Maristas azules, hemos creado desde hace más de dos años el programa de micro-proyectos. Hemos organizado ya 12 sesiones de aprendizaje durante las cuales enseñamos, en 48 horas distribuidas en 3 semanas, a 20 jóvenes (y no tan jóvenes) cómo montar su propio negocio, y financiamos los mejores proyectos, los que consideramos factibles, rentables y duraderos. En dos años hemos financiado un centenar de micro-proyectos ayudando así a que unas 200 familias puedan vivir dignamente.

Desafortunadamente, nuestros recursos, como los de todos, han mermado mucho. Con el fin de los combates, las subvenciones de particulares han caído considerablemente. Y las asociaciones internacionales de beneficencia y caridad se niegan, en la mayoría de los casos, a financiar programas de desarrollo; algunos apuntan a sostener planes de emergencia, cuando la situación ya ha sido superada. Como si se quisiese mantener siempre a las personas en un estado de necesidad, en un estado de mendicidad y de dependencia, en lugar de ayudarles a recuperar su dignidad y la esperanza.

¿Qué decir de las asociaciones cristianas? Muchas de ellas adoptan la misma actitud: dicen sí a las ayudas humanitarias, sí a los medicamentos, a la reconstrucción de viviendas e iglesias, sí a la pastoral. Pero dicen No a los proyectos de desarrollo, a aquellos proyectos que podrían garantizar trabajo para las personas. Sin embargo, el Papa Francisco en más de una ocasión ha exhortado a los cristianos de Siria a no abandonar la tierra de sus antepasados, la tierra de sus raíces cristianas. Aun así, el éxodo continúa; pronto, seremos apenas un puñado de personas para llenar bellísimas iglesias restauradas, que se habrán quedado vacías.

¿Aun pensáis que no deberíamos estar FURIOSOS?  Luchamos a diario contra estas políticas absurdas e injustas, pero ¡¡quizá llegue un día en que bajemos los brazos y sigamos a la masa de gente que se ha ido al exilio!!

Proseguimos con los otros proyectos siempre con entusiasmo, amor y solidaridad con los más desfavorecidos y los desplazados.  Como sabéis, tenemos bajo nuestra responsabilidad a 125 familias kurdas desplazadas, expulsadas de Afrin por los turcos, e instaladas en un campamento en una zona llamada Shahba. Este campamento está a 3 km de la línea del frente, en una región rodeada de grupos rebeldes armados. Además de la distribución regular de productos de alimentación y de higiene, de cocinas a gas, de termos, de mantas, etc. Nuestros voluntarios se ocupan de los niños pequeños, de los mayorcitos, de los adolescentes, de las mujeres, para ofrecerles, en la medida de lo posible, algo de instrucción, de educación y de desarrollo humano.

Nuestro nuevo proyecto «Bambú» se ocupa de chicos y chicas adolescentes de Alepo que han sufrido la guerra. A través de actividades educativas y de un acompañamiento sistemático llevado a cabo por miembros de nuestro proyecto «Seeds» (semillas), ofrecemos un apoyo psicológico que intenta sanar las heridas de la guerra, y ayudarles a encontrar el equilibrio y la realización personal.

Los otros proyectos educativos, Aprender a crecer y Yo quiero aprender siguen contribuyendo a la educación de los niños de 3 a 6 años de familias desplazadas o desfavorecidas. La “Gota de leche” distribuye leche a 3.000 niños cada mes, y eso que nos resulta muy difícil encontrar en el mercado la leche especial para bebés.

Seguimos ayudando a 300 familias desplazadas para que puedan pagar el alquiler y puedan atender a los enfermos que requieren un tratamiento especial o una intervención. Nuestros programas sobre desarrollo de la mujer son muy valorados: el proyecto Heartmade sobre el reciclado de ropa usada va viento en popa.

Recientemente nos ha visitado el H. Juan Carlos, provincial de Mediterránea, de los Hermanos Maristas, de quien depende la comunidad de Alepo; vino acompañado de Koki, un laico marista, responsable y comprometido. Han vivido con nosotros 4 jornadas intensas, han participado en nuestras actividades, han valorado positivamente nuestra misión y nuestro espíritu, y nos han ofrecido el apoyo y la ayuda de todos los maristas de la provincia.

Acabamos de abrir una cuenta en Instagram: maristesbleus. A través de las fotos podéis seguirnos y compartir solidariamente nuestros proyectos. Nuestro libro «Las cartas de Alepo» no es que nos lo quiten de las manos, pero se vende bastante bien. Habla de nuestra vida y de nuestro testimonio durante los años de la guerra, y relata la respuesta de nuestra asociación de Maristas Azules, a la angustia, la miseria y el sufrimiento de nuestros compatriotas. Invitamos a nuestros amigos a que compren el libro y hagan propaganda de él en sus ambientes. Lo podéis conseguir directamente en Ediciones l’Harmattan, en vuestra librería o por internet.

El 15 de marzo de 2019 está a las puertas. Están por cumplirse ocho años de esta guerra injusta, absurda y atroz, que ha destruido nuestro país, que ha asesinado a 400.000 personas, que ha empujado al exilio a un millón de ciudadanos, creando cuatro millones de refugiados en las naciones del área y ocho millones de desplazados internos. Son personas que llevan mucho tiempo viviendo fuera de su casa.

Sí, estamos furiosos. Sin embargo, al mismo tiempo, miramos al futuro con la Esperanza de que la guerra llegue a su fin; alimentamos la esperanza de que llegue el día en que podamos gozar de una Paz verdadera, estable y duradera.

Nabil Antaki, médico de Alepo y miembro laico de los Maristas Azules.

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